Si buscamos en el diccionario la palabra "trabuco" solemos encontrar referencias a una máquina de guerra que con anterioridad a la invención de la pólvora se utilizaba para arrojar gruesas piedras ,acepción que precede a la de arma de fuego con cañón de boca acampanada que todos conocemos y a la que aquí haremos referencia sin entrar en las razones a las que pudo obedecer el que se diera a dos armas tan dispares una misma donominación.
La aparición del trabuco,tal como hoy día lo concebimos,debe fijarse en los inicios del siglo XVIII,cuando la generalización del uso de las llaves de chispa desplazó a mosquetes y arcabuces en beneficio de los fusiles y escopetas,y las armas de fuego dejaban de ser propias de algunas determinadas tropas y acaudalados personajes,y se imponían en la guerra,en la caza y en la defensa personal, adoptando las características más adecuadas a su especial cometido.Indudablemente el trabuco constituía un arma de defensa personal,pese a su utilización ocasional o accidental por parte de fuerzas militares,y en su escala de
valores la contundencia o efectividad en distancias cortas prevalecía
sobre la precisión y alcance;su utilidad se basaba pues en el factor
sorpresa y su poder disuasorio,muy superior al que ofrecían las pistolas
pero también menos susceptible,por sus dimensiones, a ser ocultado
como aquellas en el atuendo que pudiera permitirse un caballero de la época.Así el
trabuco constituyó mayormente armamento de bandoleros, contrabandistas y demás personal que en los
siglos XVIII y XIX practicó la vida a salto de mata, quedando en desuso
en lo inicios del siglo XX pero no desgraciadamente por la sensatez de
la humanidad, sino sustituido por las escopetas de cañones recortados y más tarde
por las armas automáticas, armamento heredero de las virtudes y defectos del trabuco.
La gamma
de trabucos que hoy podemos localizar en colecciones y anticuarios es
muy extensa,y en relación al tamaño van desde los ejemplares provistos
de horquilla que requerían su fijación en un punto de apoyo,pasando por
los modelos convencionales de mayor o menor tamaño hasta llegar a las
pistolas trabuco.En su práctica totalidad son armas de avancarga,y las
llaves que montan son de chispa transformadas a pistón o bien ya
concebidas originalmente como de pistón.Los cañones son de bronce o de
hierro,incluyendo el tipo mixto que presentaban tuvo de hierro unido a
la boca acampanada de bronce.
Este
último tipo de cañones es el que suelen montar los denominados trabucos
"folclóricos",equipo de las
comparsas que animaron y animan muchas
fiestas populares y que no deben de confundirse con los
auténticos trabucos propios del bandolerismo.La confusión se ve sin
embargo favorecida en muchas ocasiones por el hecho de que en la
fabricación de estos trabucos se utilizaron mayormente piezas
procedentes de desguace de armamentos inútiles o anticuados que
confieren a las armas un aspecto muy distinto al que tendrían de haber
sido fabricadas enteramente como equipo de aderezo.Con
todo,las
llamativas cajas con culatas talladas a la catalana,con
adornos de latón,y con cañones que carecen de un acampanado progresivo
para la adecuada dirección de la carga ,demuestran claramente el fin para
el que fueron concebidos.Algunos se localizan además montando llaves de
serpentín y evidenciando una época de fabricación en la que dichas
llaves estaban en total desuso.La
utilización de elementos de desguaze en la producción de trabucos no se
limitó sin embargo a los "folclóricos" y alcanzó a la práctica totalidad
de la producción económico circunstancial de este tipo de armas en las que,como
en todo,en muchos casos cabe calificar como esmerada,y por supuesto,solo asequible
a las clases adineradas.
Los
trabucos de horquilla que se localizan,y que constituyeron
mayoritariamente armamento de embarcaciones ligeras, suelen montar llaves
de fusil y ofrecer un acabado realmente tosco.Sus cañones suelen ser de
hierro,muy reforzados,y las guarniciones sencillas,evidenciando que
sus destinatarios no habían de distraer un solo segundo de su tiempo en otro concepto
que el meramente efectivo del arma como tal.
En
los modelos convencionales es ya más abundante la producción de
calidad,que suelen presentar cañones de bronce,ochavados en su primera
mitad y con acampanamiento progresivo en la segunda a partir de su
inicio.Estos son los clásicos trabucos que en su producción española
raramente ofrecen marcas de fábrica pese a su excelente acabado,como si
se tratase de mantener el anonimato de tal menester.
Con
las naturales excepciones,los trabucos con cañón de hierro suelen
mostrar un acabado más económico,abundando los ejemplares que incorporan
llaves y guarniciones procedentes del desguace de armamento
militar.Entre estos cabe distinguir los que incorporan cañones originales
y los que emplean cañones de fusil de longitud acortada y boca
ensanchada mediante forja;éstos son los más comunes, y sin duda los que
constituyeron el armamento de bandoleros, contrabandistas y
guerrilleros.
Los
fusiles ingleses que llegaron a España durante la Guerra de la
Independencia debieron constituir la cantera principal en la obtención de
elementos utilizados en la fabricación de trabucos;la fijación de los
cañones en estos fusiles mediante pasadores en lugar de abrazaderas,los
hacía preferibles a los españoles y franceses que utilizaban éstas
últimas.En los trabucos la utilización de abrazaderas en la fijación del
cañón es muy rara y siempre sospechosa,ya que el diámetro de la boca del
cañón imposibilitaba o al menos dificultaba la fijación mediante
abrazadera.La
pistola-trabuco hubo de tener un uso más restringido a juzgar por la
escasa existencia que de ellas se localizan,resultando por lo general
ejemplares de fabricación esmerada dedicada a clientes cuando menos
distinguidos.La existencia de piezas económicas es prácticamente nula,en
contraposición a lo que ocurre con los trabucos convencionales.En estas
pistolas sin duda las más impresionante es la que figura en la
Colección del Museo del Ejército (Toledo) con dos cañones de bronce que
alcanzan en la boca un diámetro de 59 mm,con un peso total de 4,400 Kg;el
Gereral Caballero de Rodas fue su propietario.
Este
tipo de armas no tuvo ningún modelo reglamentario en nuestro
ejército,pero la imaginación popular nos hace relacionarlos de inmediato con
los guerrilleros que se enfrentaron al ejército de Napoleón y con las
Guerras Carlistas.